Previsto para el viernes 27 en La Plata, el acto consistiría en el anuncio oficial del reinicio –por ahora sólo verbal– del ya emblemático Canal que en los últimos 5 años esta columna, junto con un puñado de veteranos expertos marinos y dirigentes, ha contribuido a que se convierta en causa nacional.

Además de la presumiblemente numerosa manifestación docente anunciada para mañana martes 23, en defensa de la educación pública, algunas centrales obreras y un puñado de jefes comunales bonaerenses cercanos al gobernador Axel Kicillof han anunciado –para cerrar la semana– otra acción que se presume de extraordinaria trascendencia política, económica y soberanista: el anuncio del relanzamieto del Canal Magdalena.

Hasta donde se sabe, habría un esquema de reuniones multisectoriales impulsadas por Kicillof con el objeto de desarrollar una fuerte oposición al gobierno nacional y en particular al presidente Javier Milei. Estrategia que –se asegura sotto voce– hará en la capital bonaerense y con el mencionado acto del viernes 27 en el Puerto de La Plata, su presentación en sociedad con un fuerte reclamo al gobierno nacional para que realice la obra del Canal Magdalena.

La movida es acompañada por tres intendentes fuertemente alineados con el gobernador: Mario Secco (Ensenada), Fabián Cagliardi (Berisso) y Julio Alak (La Plata). Y presumiblemente los cuatro, con AK, indudables sabedores de que en la Casa Rosada no se moverá ni un pelo en favor del canal. Lo que sólo delata la fuerte decisión de llevar a cabo la obra. Que sí cuenta –hasta donde sabe esta columna– con el apoyo de todas las centrales obreras nacionales, e incluso se da por seguro el aval del Arzobispo platense, Monseñor Gabriel Mestre, quien desde que asumió el arzobispado en septiembre de 2023, se pronunció a favor de esta obra necesaria.

La convocatoria proclama la «recuperación soberana» del Canal Magdalena, al que erróneamente se sigue nombrando con necios eufemismos empresariales como «vía troncal de navegación», cuando lo que corresponde es cuestionar ésa y otras sustituciones semánticas, porque si un río es un río y un canal es un canal, toda nueva y diluyente nominación es interesada, distorsiva y chueca.

No obstante ello, lo fundamental de estos preparativos es la renovación de la perspectiva de una obra fundamental para la Argentina, tanto porque el Canal Magdalena permitirá la salida soberana de los ríos Paraná y de la Plata al Océano Atlántico y al mundo entero, como por la veloz creación de entre 30 y 40.000 empleos, además del mejoramiento ambiental y otras ventajas que ya esta columna ha puntualizado en diversas ocasiones.

Es claro que la recuperación del impulso al emblemático Canal, además de las innumerables ventajas ya descriptas reiteradamente por esta columna, representa ahora una contundente corrección a la estúpida decisión del gobierno de Javier Milei, quien hace pocas semanas autorizó gratuitamente al Uruguay el dragado del acceso al Puerto de Montevideo, a fin de constituirlo en puerto exportador único y exclusivo, en desmedro de varios puertos argentinos mucho mejor dotados.

Todo lo anterior está a la vista y por eso tiene tanta importancia. Es como si el Magdalena fuese un medidor de la sistemática y patética destrucción del país en manos de un loco. De donde la resolución es por lo menos incierta y por eso hasta ahora no se ve modo cierto de mejorar, ni mucho menos cambiar, la dura realidad y la incertidumbre. Que por eso mismo crece día a día y es tan inquietante.

La velocidad y saña con que el gobierno nacional viene condenando a por lo menos 40 millones de compatriotas, empobrecidos y hambreados de manera cruel e inhumana en uno de los territorios más ricos del planeta, y a tan impactante velocidad, quizás no tenga parangón en toda la Historia de la Humanidad.

El cuadro de situación es harto elocuente y no se reduce a la reciente, escandalosa autoasignación de brutales aumentos de salarios en el Senado, mientras se sigue condenando al cierre a más de 50 universidades públicas en las que estudian 2,5 millones de jóvenes.

Como en un hilo de horror, la bestialidad gobernante se combina y emparenta con una ringlera de grotescos políticos de alta miserabilidad, como eliminar la investigación científica y técnica, organismos como el Conicet, Arsat, las centrales atómicas y toda la larga y mundialmente respetada labor desarrollada por investigador@s formados aquí y que son orgullo de la Argentina junto con el cine nacional y las muchas, riquísimas expresiones culturales.

En paralelo, la inminente entrega total de YPF parece prosperar gracias al repugnante sometimiento a jueces y juezas norteamericanos por parte de mandantes y socios locales que forman parte de la caterva de estudios jurídicos cipayos, avorazados y apátridas.

Y hay otros simbólicos íconos nacionales en los paquetes de entrega: como Aerolíneas Argentinas, empresa de bandera no deficitaria pero ahora cretinamente condenada a desguace por segunda vez en sólo un cuarto de siglo.

Súmesele la degradación militar que hoy vuelve a producirse, luego de que las Fuerzas Armadas recuperaran lentamente el respeto popular. Se obliga ahora a que todo el personal de las Fuerzas Armadas haga la venia ante funcionarios disfrazados que deshonran a la Historia Argentina, desvirtuando así la ardua y sana democratización de todas las fuerzas durante los últimos 40 años. Y fuerzas hoy condenadas, además, a la vergüenza de mirar como meros muñecos sumisos la ocupación de nuestros territorios por la soberbia extranjera. Y encima soportando el dudoso negociado que implica comprarle a Dinamarca entre 20 y 30 viejos aviones de guerra que serán destinados a unas Fuerzas Aéreas que hoy -de hecho– ya no tienen Patria que defender, que es la peor ofensa al abnegado personal militar.

Ahí están, como pruebas de los agravios que se infieren a las Fuerzas Armadas recuperadas en 40 años de democracia, la ominosa e inadmisible entrega de nuestras Islas Malvinas, así como las instalaciones británicas que funcionan como gobierno de facto en todo el triángulo polar antártico, y por si fuera poco la entrega de la producción de agua potable a una empresa extranjera, la israelí Mekorot, traída al país en lo que fue una de las peores decisiones del gobierno anterior, continuada alegremente por el actual.

En el horrible contexto de sufrimientos en millones de humildísimas viviendas en las que padecen miles de familias carenciadas, dispersas en todo el territorio nacional, encima les caen las avalanchas de aumentos en los servicios públicos básicos (agua, luz, desagües) a modo de mazazos brutales para por lo menos 35 millones de argentin@s. A lo que se suma el deterioro –cruel, innecesario y exagerado– de todo el sistema de Salud Pública, que fue esencial y a la vez ejemplar por los principios de solidaridad y altos niveles de salubridad popular que sostuvo durante décadas.

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