FELICES 106 AÑOS ROBERTO PAYRÓ

Escapada a Payró, un pago de campo y bien gaucho muy cerca de la ciudad

A 24 km de Magdalena y 113 de Buenos Aires, el pueblo cautiva con la calidez de sus personajes, el pasado ferroviario y exquisita gastronomía.

Las parcelas alambradas de campo recortan abruptamente la traza de las calles de Roberto Payró que apuntan hacia la costa rioplatense y las transforman en meros pasillos de no más de 50 metros de largo que los vecinos transitan entre caballos y vacas que pastan y un murmullo de pájaros y gallinas sueltas.

La mínima traza urbana de este pueblo del partido de Magdalena, en la provincia de Buenos Aires, avanza poco más hacia el oeste, aunque, en este caso, se interponen la vía del ramal del Ferrocarril Roca clausurado en 1980 y las instalaciones que se mantienen en pie alrededor de la antigua estación.

En esa estrecha franja de casas bajas alineadas a lo largo de la calle Pedro Goenaga va tomando color a fuego lento el cruce cotidiano entre los visitantes y los pobladores, mayoritariamente hombres de aspecto rudo y actitud amable hacia los forasteros, que encuentran en La Pulpería de Payró ese reparador faro que les brinda cobijo al final de las tareas que les demanda el entorno campestre.

Un trago de caña con ruda -”para ahuyentar los males del invierno”, según dice César Ponce, paisano de boina y cliente frecuente de la casa-, las cartas y la taba son los principales argumentos que esgrimen los gauchos de la zona a la hora de refugiarse en el boliche más concurrido en varios kilómetros a la redonda.

“La Plaza de los Niños, junto al galpón de la estación, es el tradicional punto de encuentro de Payró”, advierte Gabriela Almada, una empleada del boliche de tragos y platos típicos que, una y otra vez, sale disparada de la cocina con la fuente cargada hacia las mesas del salón, la galería interior y el jardín, pobladas desde temprano con turistas ávidos de sabores locales, una nutrida legión de motoqueros y el elenco estable de chacareros, tamberos y peones de campo.

También el recreo al aire libre señalado por Almada se va llenando de adultos y niños, que descienden de los vehículos y se largan a caminar, jugar y correr a pura sonrisa y gritos, como una forma de experimentar un sencillo resguardo de aire puro y libertad plena.

Sin embargo, ella misma reconoce que tarde o temprano todos se rinden ante la bien ganada fama de la pulpería, un embrujo que se transmite de boca en boca, emanado por sus inigualables empanadas de carne frita o al horno de barro, la cazuela braseada al disco, el mondongo a la olla, los pastelitos de la tarde (“una réplica de la merienda que me preparaba mi abuela en Bavio”, pondera Almada).

Y también por los jugosos relatos de los parroquianos de siempre o el simple placer de reparar en las centenarias paredes de ladrillos, recubiertas por estanterías que sostienen una colección de botellas de vidrio, el mostrador de madera y el techo de pinotea.

Pablo Chaumeil recuerda con nostalgia las jornadas «inolvidables» que disfrutó durante su infancia en el campo de su abuelo, a unos 8 kilómetros de Payró, con visitas diarias al almacén de ramos generales de Delfino Raggio.

Chaumeil es hoy el dueño de aquel boliche de sus recuerdos más dulces. Lo compró en 2005 con su esposa Marcela para dar forma a su propio lugar de descanso. Pero prefirió honrar la historia fuerte de la casa y diez años después se decidió a abrir las puertas al público, apenas reformado, como restaurante de campo.

«De niño, todos los veranos y los fines de semana llegaba a Payró con mis hermanos en tren desde La Plata y mi abuelo nos esperaba en la estación con su carro lechero. Jamás dejamos el ritual de pasar por el boliche del pueblo, donde nos sentíamos protegidos por paisanos muy serviciales, callados y afectuosos con los niños», revive Chaumeil esa atmósfera de partidas de escoba, chinchón y truco matizadas con sorbos cortos de caña o ginebra.

Los últimos rayos del sol se cuelan por las rendijas de los ventanales del comedor. Afuera, una pátina gris se cuela en el atardecer y empalidece los tonos verdes y ocres del campo alfombrado de plantaciones de trigo, maíz, soja y kiwi. Es la última postal, amplificada por el cielo rojizo, que regala Payró a sus huéspedes.

Miniguía

Cómo llegar. Desde la ciudad de Buenos Aires hasta Roberto Payró son 113 kilómetros por Autopista a La Plata, ruta 2 y ruta 36; en el kilómetro 94,5 girar a la izquierda y seguir 10 kilómetros por un camino de tierra.

Micro Misión Buenos Aires (línea 129) desde Retiro hasta La Plata, desde Once, . Micro Metropol (195) de Retiro a La Plata, por autopista y por Camino Centenario.

Tren Roca de Constitución a La Plata, ida; con SUBE

Bus semicama Expreso La Plata o Unión Platense desde La Plata hasta Magdalena (1 h.),

En el restaurante de campo El Rincón de Donatella, (0221- 155477003 / joseluisboffa@gmail.com).

Dónde informarse. (02221) 452-312 / municipalidaddemagdalena@gmail.com / www.turismomagdalena.gob.ar / www.magdalena.gob.ar

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